El doctor Harald Moi y su auxiliar clínica, la enfermera Ellen Kleist, efectuaron un estudio en un sanatorio de Groenlandia, respecto de la transmisión de la gonorrea a través de una muñeca inflable. Según el trabajo, publicado en la revista “Medicina Genitourinaria”, cuando un taciturno marino apareció en su consulta con síntomas de esta enfermedad de transmisión sexual y ocultando cualquier pista que pudiera explicarla, Moi y Kleist descubrieron la existencia del juguete sexual y la importancia que tuvo en el contagio. El capitán había pasado tres meses en alta mar, pero los síntomas de gonorrea se habían presentado al final del viaje. Al final “confesó” a los médicos, que una noche entró en el camarote de un tripulante, y sin su permiso había tomado prestada (y utilizado) su muñeca de plástico. El propietario se había contagiado la enfermedad de una muchacha de “carne y hueso” a la que había visitado antes de zarpar.
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